Historia de cómo la Corona ha entrado en barrena.
José Antonio Zarzalejos.- 15/04/2012
El Rey ha hecho que el vaso de
muchas paciencias haya rebosado. La opinión pública -y publicada- recibió ayer
con perplejidad la noticia de que Don Juan Carlos había sido operado en la
Clínica San José de Madrid durante la madrugada del sábado de una fractura
múltiple de cadera a consecuencia de una caída en Botsuana (África central)
mientras participaba en una cacería de elefantes. Se desvelaba así la razón por
la que el Jefe del Estado no había aparecido en público desde el pasado domingo
de Resurrección, ni siquiera para visitar a su nieto mayor, Felipe Juan Froilán, primer hijo de la
infanta Elena, ingresado en la clínica Quirón de la capital tras propinarse
accidentalmente un disparo en el pie cuando pasaba en Soria sus vacaciones de
Semana Santa con su padre, Jaime de
Marichalar. El entorno del Rey había lanzado la especie de que estaba
“muy afectado” por el accidente que le evocaba el que protagonizó él mismo y
que acabó accidentalmente con la vida de su hermano, el infante Don Alfonso en Estoril en 1956. La
realidad era muy otra: el Jefe del Estado -al parecer, invitado- se había
trasladado a Botsuana, país al que se desplazó también en 2005, para practicar
la caza mayor -de elefantes- ocultando el viaje bajo el eufemismo de su
“carácter privado”.
El desplazamiento del Rey al país
africano -en el que España no tiene representación diplomática y con un sistema
de comunicaciones precario- se producía después de que el 3 de abril viajase a
Kuwait para “impulsar las relaciones políticas y económicas con aquel país”,
sin que tampoco este desplazamiento constase en su agenda oficial ni se diese
noticia previa del mismo. Lo más llamativo es que Don Juan Carlos viajó al
pequeño Estado árabe sin la compañía de un ministro de jornada, como manda no
sólo la tradición, sino como también exige el refrendo -a efectos de cualquier
tipo de responsabilidad- de los actos y palabras del Jefe del Estado según el
artículo 64 de la Constitución.
La agenda del Rey tampoco fue
desvelada por su Casa para saber con exactitud cuántos días de la Semana Santa
pasó Don Juan Carlos en Palma de Mallorca. Según entornos próximos al monarca, el Rey parece sumamente renuente a dar
conocimiento de sus actividades. Así sucedió cuando, a petición suya, se
reunió en la sede de Telefónica el pasado 20 de marzo, con dieciséis de los
diecisiete miembros del Consejo Empresarial de la Competitividad, que agrupa a
los principales dirigentes de las grandes compañías españolas. El almuerzo se
conoció por una filtración a El País y El Mundo que publicaron el domingo 25 de
marzo en primera página una fotografía del acto a cinco columnas. A lo largo de
la mañana de ese día, y ante el revuelo causado por la inédita exclusiva, la
Casa del Rey -que asumió el error de considerar privado el encuentro pero que
negó la autoría de la filtración- distribuyó a través de la agencia EFE las
imágenes del monarca y los empresarios pero ya pasadas las 11 horas de la
mañana.
Estos comportamientos del monarca
se producen, además, después de la exclusión de la Casa del Rey -y por lo
tanto, de las actividades del Jefe del Estado- del anteproyecto de Ley de
Transparencia que aprobó el Consejo de Ministros el pasado mes de marzo. La
vicepresidenta del Gobierno salvó esta omisión refiriéndose a la ambigua
naturaleza jurídica de la estructura de apoyo a la Jefatura del Estado, cuyas
cuentas, aunque sometidas al control de un interventor del Estado en
excedencia, sólo son conocidas en sus partidas generales, sin detalle, y sobre
las que el derecho de petición de conocimiento de los ciudadanos no será
efectivo. Tanto en los círculos gubernamentales como parlamentarios, se
reconocía que el monarca había perdido “una oportunidad de oro” para seguir
impulsando el acercamiento de su Casa a los ciudadanos, más aún después de la
incorporación a la misma de nuevo director de comunicación -Javier Ayuso- y la determinación con
la que el Jefe de la misma -Rafael Spottorno- manejó la descalificación de la
conducta (“poco ejemplar”) del yerno del Rey, Iñaki Urdangarin, imputado por varios delitos -prevaricación y
falsedad, entre otros- en el llamado caso Palma Arena. Para librar a la
institución de la Corona del desgaste de la presencia del Duque de Palma y de
su mujer la Infanta Cristina, ambos han sido apartados del protocolo real,
suspendiéndose así las asignaciones que la hija del Rey percibía por la
representación que ostentaba en actos y eventos.
De hecho, según fuentes de toda
solvencia, “Don Juan Carlos se encuentra abrumado por los problemas familiares”
en alusión, no sólo a la delicada tesitura en la que le han dejado los Duques
de Palma, sino también por el público y notorio fracaso de su matrimonio con
Doña Sofía, de la que vive prácticamente separado. Su estrecha e íntima amistad
con Corinna zu Sayn-Wittgenstein ha dejado de constituir un rumor para
convertirse en una certeza, hasta el punto de que existe ya documentación
acreditativa de que acompaña a Don Juan Carlos en viajes al extranjero y asume
funciones de representación oficiosas. El apartamiento de la infanta Cristina
de los actos oficiales y protocolarios, y la ruptura del matrimonio de los
reyes, ha convertido a la familia Borbón Grecia en “desestructurada y mal
avenida, con frecuentes enfrentamientos más o menos explícitos”, según fuentes
de su entorno.
La Reina, sin embargo, entiende que
“su condición personal de madre del heredero de la Corona y esposa del Rey” le
compromete a seguir manteniendo las formas y asumir sus obligaciones oficiales,
pese a los gestos crispados del monarca hacia ella. Especialmente evidentes cuando
el Papa visitó España el pasado mes de agosto o cuando el pasado 15 de marzo su
marido le instó abruptamente con un “¡déjame terminar!” en un acto celebrado en
la Fundación La Caixa durante el que Don
Juan Carlos dijo que “el paro juvenil me quita el sueño”. Doña Sofía se
ausenta habitualmente de España para trasladarse a Londres donde “se encuentra
a gusto con su hermano Constantino y sus sobrinos”. Ayer, la Reina estaba en
Grecia a donde había viajado para celebrar la Pascua ortodoxa y no está previsto
su regreso hasta mañana.
Por otra parte, Don Juan Carlos
atribuye a su esposa buena parte de la responsabilidad en los “matrimonios poco
idóneos” de sus hijos. Doña Elena, divorciada de Jaime de Marichalar, sometido
ahora a una investigación policial por posible imprudencia al permitir a su
hijo Felipe Juan Froilán manejar una escopeta de caza; Doña Cristina, casada
con Iñaki Urdangarin, en un trance penal gravísimo, y el propio Príncipe de
Asturias esposado con Doña Letizia
Ortiz, divorciada, matrimonio que
se le planteó por su hijo como un ultimátum en octubre de 2003: o aceptaba su
enlace o renunciaba a la sucesión. Para acreditar ante su padre la
firmeza de su decisión, Don Felipe no asistió el 12 de octubre de ese año al
desfile militar que celebra, como todos, la fiesta nacional de España. El
primero de noviembre de ese año se anunciaba oficialmente el enlace del
heredero.
"Es
necesario un cambio de rumbo"
Fuentes tanto del Partido Popular
como Socialista creen que el Rey “no ha
entendido los gestos de adhesión que ha recibido”, primero el 27 de
diciembre pasado con motivo de la apertura en el Congreso de la X Legislatura
de la democracia y, después, el pasado 19 de marzo en el oratorio de San Felipe
Neri de Cádiz con motivo de la conmemoración del bicentenario de la
Constitución allí aprobada en 1812. “No le estábamos ofreciendo patente de
corso, sino reconociéndole sus méritos en estos años de reinado y
transmitiéndole apoyo para el necesario cambio de rumbo que debe emprender la
institución” manifiestan estas fuentes, ayer “desoladas” ante lo que consideran
“una pésima imagen del Rey y de la Corona”.
Porque lo que se estima gravísimo
es que Don Juan Carlos haya estado cazando en Botsuana cuando se ha desatado
una grave crisis internacional con Argentina a propósito de Repsol-YPF y se ha
incrementado la ofensiva de los mercados contra la deuda soberana española (ha
escalado por encima de los 430 puntos básicos). El Ibex 35 registraba la pasada
su peor semana del año y se situaba en niveles de hace tres. A mayor
abundamiento, el Rey debía estar pendiente de la Cumbre de las Américas que se
celebra en Bogotá, ya que la representación de España con los países hispanos
le es encomendada de manera especial por la Constitución. Y en los países americanos
se juega nuestro país una enormidad de intereses económicos, financieros y
empresariales.
El apoyo que ha recibido Don Juan
Carlos no ha sido sólo el institucional de las Cámaras. También de otras
instancias. Las fuentes citadas aluden a “cómo se mojaron algunos medios de
comunicación” en la defensa de la Corona y, “especialmente, el diario El País,
con bastante coste editorial”. Efectivamente, el diario de Prisa publicó el
pasado 4 de marzo un editorial que arrancaba de la primera página titulado El
caso Urdangarin y el futuro de la Monarquía. El texto se apoyaba en las
palabras del mensaje del Rey del pasado 24 de diciembre (“necesitamos rigor,
seriedad y ejemplaridad en todos los sentidos”) y sostenía que “sólo la
frivolidad, el populismo y el amarillismo periodístico, o la mezcla de los
tres, permiten confundir la crítica que merece el comportamiento no ejemplar de
Iñaki Urdagarin con un debate sobre el futuro de la monarquía”, añadiendo que
España “no necesita de un debate artificial sobre la Jefatura del Estado (…)”
porque “el Rey y la Corona han rendido y seguirán prestando servicios
impagables a la libertad de nuestros ciudadanos, a la democracia española, a su
construcción y desarrollo y a su prestigio e influencia en la escena
internacional”. El periódico de referencia de la izquierda española señalaba,
no obstante, la necesidad de superar “corsés y rigideces” en la institución,
“cuando no el oscurantismo” que atribuía a “quienes adulan” al Rey. El diario,
además, se inclinaba, por mejorar la transparencia de la institución y la
protección del heredero, competencias que corresponden a las Cortes.
Todo este amparo institucional y
mediático ha quedado en entredicho con los últimos comportamientos del Rey que,
según fuentes del entorno de la Zarzuela y de los dos principales partidos, "ha de elegir entre las obligaciones y
servidumbre de la Jefatura del Estado y una abdicación que le permita disfrutar
de una vida diferente”. No se maneja la hipótesis inmediata de la
abdicación de Don Juan Carlos, pero sí la necesidad de aprobar lo antes posible
la ley orgánica que prevé en el apartado 5º del artículo 57 de la Constitución:
“las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra
en el orden de sucesión a la Corona se resolverán mediante una ley orgánica” y
de materializar la reforma de ese mismo artículo para suprimir la prevalencia
del varón sobre la mujer en la sucesión.
Además, según insisten estas
fuentes, “la irresponsabilidad del Rey con este viaje a Botsuana, no es solamente
institucional y política, sino también personal, porque es evidente que su
estado físico desaconseja esas aventuras cinegéticas”. Efectivamente, el Rey ha
sido sometido en pocos años a ocho intervenciones quirúrgicas, siendo las más
serias las de extirpación de parte de un pulmón, una artroscopia de rodilla y
reparación del talón de Aquiles. Ahora, la fractura de cadera -que a su edad,
74 años, podría presentar complicaciones- requerirá de una muy larga
convalecencia que pondrá a prueba las capacidades bien contrastadas del
Príncipe de Asturias que ya ha cubierto precedentes ausencias.
A mayor abundamiento, existe cierto
“bochorno” por la falta de sensibilidad del Jefe del Estado al desvelarse que
caza elefantes, especie en recesión cuyos colmillos son mercancía de valor en
las transacciones negras de marfil, en detrimento de países pobrísimos como
Botsuana que están siendo esquilmados. Sin olvidar el “alto coste material de estas cacerías que superan los 25.000 euros por
escopeta, más desplazamientos, alojamiento y manutención, todo ello
incompatible con un mínimo criterio de austeridad”.
En medios gubernamentales se teme
que la tendencia de baja valoración de la Monarquía que se empezó a comprobar,
primero entre los jóvenes, desde el inicio de este siglo, y luego generalizada,
se agudice con acontecimientos como el de Botsuana. En 2006, los consultados
por el CIS sobre la Corona (entre 18 y 24 años), la suspendían con un 4,77 y en
2008 con un 4,93. En el último registro demoscópico del CIS sobre la Jefatura
del Estado, que data del pasado mes de octubre, registró, en el conjunto, un
inédito suspenso: 4,89. “El asunto concierne al Gobierno también” indican
fuentes del entorno de La Zarzuela. Efectivamente: el Rey asumió criterios más
disciplinados con González y,
especialmente, con Aznar, pero
no así con Rodríguez Zapatero. “Rajoy a este respecto, está inédito”. Pero
parece claro que si España ya tenía un grave problema con su modelo de Estado
-el autonómico-, a partir de ayer -81º aniversario de la proclamación de la II
República Española el 14 de abril de 1931-, el país tiene un muy serio problema
con la forma de Estado, es decir, con la Monarquía parlamentaria porque la
Corona ha entrado en barrena con un más que preocupante diagnóstico político y
social.
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